Hay una diferencia clara entre el concepto de creatividad que se tiene en las empresas tradicionales, respecto de las empresas consideradas como modernas. La diferencia básicamente radica en que en las primeras, no suele existir dicho concepto.
Mientras que la empresa moderna suele considerar el fomento de la creatividad, una pieza clave en el diseño de sus estrategias; en la tradicional, dejar fluir las ideas de sus empleados, es tomado como algo totalmente accesorio e innecesario, y por lo que no se debe dedicar excesivo tiempo «productivo» en fomentarlo.
La empresa moderna cree en las ideas de sus equipos, y consideran que detrás de cada uno de sus integrantes, siempre puede haber una nueva oportunidad de negocio y por tanto, de crecimiento. Toda la estructura tiene su espacio, donde poder expresar ideas de mejora, hasta el punto de poder llevar a cabo sus innovadores proyectos, dentro de una gran batalla por las mejores ideas.
Por el contrario, la empresa tradicional considera que el conocimiento y las ideas, las deben aportar «los que saben», enfrentándonos pues, a una jerarquía de creatividad donde la parte baja de la misma no tiene mucho que hacer, más que resignarse a asumir y acatar lo que decide su parte alta. Digamos que lo que lleva funcionando durante años, quizás décadas, no tiene porqué re-inventarlo nadie.
En mi opinión, la empresa tradicional debe creer más en las aptitudes y capacidades de sus empleados. Cortar sus posibilidades de expresión, suele derivar en frustración, además de hacernos correr el riesgo innecesario de fuga de sus talentos. Por el contrario, el trabajador «común» se amolda a una situación en la que ni sabe, ni puede, aportar mucho más que las tareas que diariamente aporta y que le han encomendado. Éste, se acomoda por la cierta tranquilidad que le otorga la relativa estabilidad laboral, que este tipo de empresas suelen conceder, al saber respetar la antigüedad, en señal de confianza y premio hacía el empleado.
Todo lo anteriormente expuesto, hace de la mayoría de estas empresas tradicionales, lugares donde se concentran grandes expertos en operaciones rutinarias, pero con un escaso interés evolutivo; al haber sido triturado cualquier atisbo de ambición y crecimiento profesional, de los que más valor podrían haber llegado a aportar.
Por tanto, dejemos que nuestros empleados den rienda suelta a su imaginación en beneficio del bien común de nuestras compañías, y estos nos sorprenderán con ideas brillantes que nos harán mejorar exponencialmente nuestras expectativas de crecimiento y capacidades como empresa.